Vinos benedictinos húngaros de una abadía milenaria con nombre proveniente de las costumbres de la orden
Los amantes del vino y conocedores de la historia de esta divina bebida saben muy bien que las órdenes monásticas, y en especial los benedictinos, contribuyeron significativamente a la expansión de la vitivinicultura. Las obras de cronistas antiguos sobre el inicio de sus actividades contienen muchas menciones a viñas plantadas en los alrededores de sus abadías y monasterios donde la uva fue cultivada ante todo para elaborar vino con fines de uso litúrgico. Sin embargo, en épocas posteriores la producción iba más allá del reducido ámbito ceremonial y tomó perfiles de una incipiente industria al poner en marcha prósperas haciendas monacales especializadas en este rubro.
En cuanto a célebres personalidades al respecto, merece la pena destacar especialmente a Dom Pierre Pérignon, el monje benedictino francés a quien se le atribuye que por primera vez elaboró un „champagne” en la abadía de Hautvilliers en la cual pasó buena parte de su larga vida.
En Hungría, fue en el 996 cuando los primeros monjes benedictinos, invitados por el Gran Príncipe Géza, llegaron al territorio de las tribus magiares que mantuvieron ocupada la Llanura Panónica desde hace un siglo, y en el 1001 se les emitió el documento fundacional de monasterio. Esto fue construido en el Monte San Martin (Mons Sacer Pannoniae) ubicado en la parte centrooccidental del país, dentro de los límites urbanos del pueblito de Pannonhalma donde los romanos habían fomentado el cultivo de la vid cuando ésta formó parte de su imperio durante varios siglos.
Su historia es unida, desde los inicios de su actividad hasta la fecha, al cultivo de la vid y a su desarrollo en la región asi como a la elaboración de vino que también estaba dando forma al trabajo de los miembros de la casa. La vida cotidiana viene comprendiendo su consumo y los integrantes de la comunidad de la abadía, hasta el presente activa, siguen practicando y respetando la regla de San Benito (Regula Monasteriorum) según la cual „basta a cualquiera una hemina de vino al día” que en el caso de ellos se refiere particularmente a una permisividad con la cantidad. Esta depende de la capacidad del individuo y de su grado de tolerancia a los efectos del alcohol debido a que „cada cual ha recibido de Dios su don particular: unos uno, otros otro” (es decir, a diferencia de otras prácticas, no se específica la norma diaria).
Hace algun tiempo la bodega de la Archiabadía (Pannonhalmi Főapátság) ha sumado a su portafolio un blanco y un tinto „Hemina” cuyas ediciones limitadas se agotan antes del lanzamiento de la nueva debido a su excelente calidad y al valor agregado dado por el nombre curioso que sorprende por su originalidad. (Primeros lanzamientos al mercado: el blanco en 2005 y el tinto en 2014.)
El blanco de la añada de 2019 es un ensamblaje de cuatro variedades (45% Chardonnay, 35% Pinot Blanc, 10% Viognier, 10% Sauvignon Blanc) que provienen de parcelas de vides plantadas, en suelo arcilloso con sustrato pedregoso, en el periodo 2001-2009 con densidad de 5.210 cepas por hectárea. La cosecha se hizo por separado, las bayas despalilladas a mano fueron seleccionadas a máquina y prensadas suavemente, el mosto se fermentó en toneles de 500 litros con constantes remontados durante 6 meses. El vino presenta color amarillo paja con tonalidad dorada, en nariz muestra un perfil aromático maduro con frutas blancas (pera, durazno) y un toque floral (acacia), en boca posee un buen balance entre fructuosidad y mineralidad. Es uno que deleita en su conjunto con cuerpo agradable, buena intensidad, armonía, cremosidad y un final prolongado (alcohol: 14,0%, acidez: 5,2 g/l, acúcar: 2,8 g/l).
La añada del tinto es también de 2019 y es igualmente un ensamblaje pero está compuesto solo de dos variedades (70% Merlot, 30% Cabernet Franc). A las uvas provenientes de parcelas con suelo arcilloso de diferente ubicación ( edad del viñedo: 18/19 años, densidad: 5.201 cepas por hectárea) se les aplicó una maceración en frio y la fermentación controlada del mosto se llevó a cabo en tanques de acero de 6.000 litros. El vino fue sometido a crianza durante 8 meses en barricas de roble húngaro de segundo y tercer uso. Esto es de color rojo rubí de capa alta, en nariz dominan las finas especias dulces y surge una nitidez de fruta roja (guinda), en boca expresa frescura frutal (mora) con notas de vainilla (alcohol: 14,7%, acidez: 5,3 g/l, acúcar: 4,1 g/l).
Esta casa vinícola es la única en Hungría que se ubica dentro de un conjunto de edificaciones perteneciente a una órden religiosa. Según consta en los archivos de la abadía, durante largos siglos los monjes benedictinos han venido ampliando sus viñedos y su bodega funcionaba exitosamente hasta que en 1945 se promulgó la ley sobre la expropiación de latifundios.
El nuevo capítulo de la producción vitivinícola comenzó en 2000 con un proyecto de adquirir terrenos para plantar nuevos viñedos asi como construir una bodega con arquitectura moderna e incorporar las últimas tecnologías. Para 2003 esta inversión se ha concretado en 52 hectáreas y 1.800 metros cuadrados construidos, aunando tradición e innovación.
En la zona el clima es moderado, con temperatura media anual de 9,8°C y precipitaciones entre 550 mm y 600 mm al año. La superfície de las plantaciones de vid en producción (48,65 hectáreas; densidad: 2,4 m X 0,8 m, sistema de conducción: Guyot) está distribuida en cinco distintos lugares que durante siglos mayoritariamente han pertenecido a la abadía. Todos éstos se caracterizan por suelos alcalinos en los que crece una diversidad de uva (9 blancas y 3 tintas). Con respecto a representación, las Riesling y Pinot Noir tienen la mayor con 9,55 y 8,52 hectáreas, respectivamente. Otras que las siguen: Merlot (6,76 h) y Sauvignon Blanc (5,33 h).
En la campaña de 2019 el volumen de uva cosechada alcanzó los 316.600 kilos y también se compró 184.000 kilos a productores contratados a partir de los cuales se han elaborado 394.900 botellas de vino. Actualmente, el portafolio incluye 7 blancos (4 ensamblajes, 3 monovarietales) y 4 tintos (2 ensamblajes, 2 monovarietales) asi como 1 rosado (ensamblaje).
El responsable de todas las facetas de producción es Zsolt Liptai, un enólogo profesional de gran talento quien entiende su trabajo como un medio para expresar la naturaleza y velar por la calidad. Antes de llegar a esta bodega en 2013, se perfeccionó a través de múltiples vendímias en otras húngaras y también en una californiana. Entre los reconocimientos que ha recibido ésta, destaca la presea “Bodega del Año” otorgada en 2010 por la Academia Húngara del Vino y el Consejo Nacional de Vitivinicultores de Hungría. El hacer vinos de alta calidad es confirmado también por varias medallas obtenidas en prestigiosos concursos internacionales. En 2020 él fue uno de los cinco candidatos finalistas al titulo „Vinicultor del Año” que es un logro de por sí porque significa pertenecer a la élite gremial del país.
La Abadía de Pannonhalma, que es un tesoro de arquitectura, ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad en 1996 (su aniversario milenario) y hoy en dia es un destino turístico de primer nivel nacional e internacional. Los visitantes muestran interés particular por su santuario gótico de bóveda estrellada, sus capillas, su cripta con el único claustro perfectamente conservado del país, las maravillosas tallas de madera renacentistas de su puerta corredera de mármol rojo y la biblioteca que es una de las más antiguas de la planeta.
Para los amantes del vino y de la música se ofrece, desde hace una década y media, el programa de conciertos al aire libre „Jazz en la Terraza” cuyo público puede relejarse en un entorno privilegiado y disfrutar también de una fantástica vista de la puesta de sol sobre los viñedos. Se puede deleitar el paladar en el restaurante Viator, inaugurado en 2010, que tiene una exquisita propuesta de platos tradicionales creados con productos frescos de estación.
Dr. József Kosárka
12.04.2021 ©